domingo, 12 de agosto de 2012

Parte 2


Fue el chico quien lo hizo. En las manos llevaba impresa la huella de su delito, en el corazón la marca negra que se expandía desde el ventrílocuo izquierdo hasta la aorta, extendiéndose al cuerpo latido a latido, en sus parpados las ojeras del crimen volvían grises y después negras y los ojos turbios aun miraban la escena dejada calles atrás como cataratas sobre la retina. Sus pesados pasos hacen ecos en la calle desierta y con sus pies se escucha el goteo de la sangre que se desliza por el arma blanca y que cae al suelo, dejando el camino de advertencia y seguimiento a la escena del crimen. No hay odio en ese crimen, ni satisfacción. La culpa le corroe como el veneno de la traición a la naturaleza. Su pie izquierdo choca con el borde de la calle, trastabilla y cae con la rodilla al piso. Ni se queja, ya no lo siente. Lentamente se pone de pie y avanza hacía la oscuridad, hasta que tropieza con algo de basura y cae al suelo, resbalando por la pared de costado.

 La conoció tres días antes y no hubo nada que propiciara que aquello terminara de la manera en la que lo hizo. Fue en ese mismo bar, un inicio de noche en el que no hay mucha clientela. Él no tenía nada que hacer y había llegado temprano para, de nuevo, ahogar su miserable vida a través del cuello de una botella de ron barato. Ella llego un par de horas después de la puesta del sol y casualmente se sentó en la barra, junto a él. El joven nunca había abusado de su cabello chino, de su cuerpo delgado o de su impactante pero falsa sonrisa para llamar la atención, lo consideraba una perdida de tiempo, pero a ella no le importo. En poco tiempo entablaron una conversación tranquila pero constante. Al calor de las copas compartieron sus motivos para estar aquí. Ella era una mujer sensible pero de carácter fuerte, con los suficientes pantalones como para volver a salir a la calle después de la paliza de su amante. No regresaría a esa casa nunca más y brindaba por ello. Él joven –pues ella era mucho mayor que él-, tomo un interés inesperado por esa actitud, un interés que pronto se trasformaría en una obsesión enfermiza.

 El asesinato fue cruel y sanguinario pero no fue personal. Quizás pensara que hiciera un favor cuando la guio a aquel callejón, quizás pensaba que ella quería eso después de estarse quejando todo el tiempo. Ella bebía bourbon desde hacia unas horas y cuando el chico le dijo de ir a otro sitio ella no puso objeción alguna. Lo demás fue fríamente sencillo. Caballerosamente se quedo detrás de ella y levantando un ladrillo del suelo le pego en la nuca. La chica cayó al suelo y el joven empezó a reventarle la cabeza con el ladrillo, hasta que esta se convirtió en una masa sanguinolenta que hizo irreconocible a la chica. Termino jadeando, observando fijamente su hazaña, entonces avanzó un paso. Se dejo caer sobre su cuerpo, apoyando el ladrillo en el suelo y sin aportar peso alguno sobre la chica. La observo, acaricio sus pechos y los apretó con sus manos luego se agacho y lamio la sangre de la cara, llevándose restos de materia gris que devoro junto con el elixir rojo. Se puso de pie lentamente después de lamerla durante un rato. Dejo el ladrillo allí y como si nada hubiese ocurrido, se encamino calles más abajo.

 Momentos después, ella llego a la ciudad. La oscuridad cerniéndose a cada paso que daba, con su traje sastre siempre limpio e implacable, su sombra revelando la verdadera forma de la parca y el cuerpo tan vaporoso como constante. Se detiene a pocos pasos de entrar, sonríe y continúa con su camino con mayor seguridad, ahora sabe que va por el sitio correcto. El hedor de la sangre lo guía. Sabe a donde debe de ir. Calles más arriba, los edificios se separan para dar paso al parque central. Por allí es fácil torcer a la izquierda y llegar a los barrios donde se reunía la calaña baja de la ciudad. Los alcohólicos que vagaban por las calles fuera de hora, no le prestaban atención y algunos de ellos incluso se alejaban, como si pudieran predecir lo que suponía rozar la sombra de la muerte. Pero por muy entretenido que pudiera ser jugar con esos hombres, ella estaba dispuesta a dejarlos ir, sin preocuparle su destino pues el encuentro era inevitable. Pero el que le esperaba en el callejón podía darse el lujo de escapar y encontrarlo después sería difícil. Cada paso hacía llegar el olor a sangre más intenso y poco a poco, le llegaba la esencia del crimen mismo.

 Pronto se encontró en la cuadra que antecedía al callejón, se acomodó el traje y deslizo sus manos por su cabello, alisándolo. Se sentía ansiosa mientras avanzaba, lamiendo su labio inferior, su cabello moviéndose libre, ondulado, acariciando sus hombros descubiertos. Por fin, la entrada del callejón se presento ante él y avanzo con algo más de lentitud, degustando lo que vendría. Sintió un poco de pena por el joven, era más hermoso de lo que se imaginaba. Que desperdicio del físico. El chico advirtió su presencia cuando la oscuridad termino de cubrir el callejón. Levanto la vista y se encontró con el ser más hermoso que hubiera visto en su corta vida. Ni hombre ni mujer, de ojos centellando en todos los colores, la piel más clara, como el papel, ropas negras y esa sombra, tétrica y enorme que juraría se movía por voluntad propia.

 ─ Buenas noches… ─ Saludo aquel ser, hablando a la perfección su idioma. La voz aterciopelada acaricio sus oídos y al agacharse, sintió el toque de sus dedos finos y suaves en sus mejillas manchadas con la sangre inocente de aquella mujer. Cerró los ojos y se apartó del muro, acercándose hacía ese toque. La criatura perfecta le recibió en su seno, acaricio sus cabellos y despertó su índole sexual con los toques más sencillos. Momentos después deliraba, perdido en el erotismo de ser tocado por ese mítico ser. Gimió ronco de placer y se removió por una incomodidad que le importo muy poco, tan poco que no se dio cuenta que se trataba de la vida que se le escapaba poco a poco del cuerpo.

El trabajo siempre era limpio y eficiente y con sus labios termino por beberse el alma arrepentida pero satisfecha en sus últimos minutos. Resulto deliciosa, suave y dulce. Joven aún, contenía una ligereza propia de los niños. Se puso de pie, alisando su vestido impecable, miro de reojo el sitio por el cual entro y continúo su camino. Esta vez sus zapatos no hicieron ruido y hundiendo las manos en los bolsillos de su traje avanzo al muro de enfrente, que atravesó como si no existiera. No hubo testigos para ninguna de las dos muertes, pero solo una de ellas seria denominada como asesinato, la otra, sería un tipo inexplicable de suicidio. Porque así es como llega, cuando menos lo esperaba uno y esta vez esta aburrido y desea divertirse y retomar sus trofeos, este es solo el inicio.

lunes, 6 de agosto de 2012

El Bu de las Muerte

No hay redoble de campanas para los cobardes, ni para los infieles o los que se abandonan así mismos. Este lugar recuerda al fantasma de lo que antes fueron múltiples ciudades, del gusto que ha dado que todo haya desaparecido para dar paso a una nueva era, como siempre se ha dicho, proclamado, "fuera lo viejo, hola a lo nuevo". Esta noche las ruinas no están tan solitarias como se quisiera creer, hay en esto más verdad de lo que se ha dicho, hay más verbo que lo absurdo de estas palabras, más recriminación que lo que nadie se atreverá a decir. El polvo parece darle vida propia al escalón frio de las escaleras, a las paredes que poco a poco van perdiendo el repello, a los tristes marcos de las puertas que nunca darán bienvenida a nadie. Parece que se levanta y danza,  dejando  un camino en los cristales rotos que han sobrevivido al tiempo, al abandono y a las piedras de los jóvenes aburridos.

Pero no planeo aburrirlos con un léxico que no comprenderán. No es mi idea o afán el enseñarles algo que ya sabrán. No esta noche. Porque esta noche es pagana, es la celebración a la muerte, al inicio de un nuevo porvenir, a la creencia de que con violencia se resolverá todo, que la sangre marcara el comienzo de un nuevo escenario. Esta noche nos juntamos en las ruinas de la antigua ciudad para darle algo en común a nuestra guerra por la vida. Si, aquí también está permitido disparar, pueden aventarse los cuchillos y llenar de agujeros las malditas paredes. Los muertos no se quejan, ya no es su asunto, sin embargo, aquella lo disfruta, se contonea entre la sangre y la muerte a su alrededor que solo le hacen el honor, disfruta con toda la destrucción que hacen en su nombre. Hoy esta divina, es la mujer más bella en la tierra, es el hombre más apuesto; si hubiera algún modo para hacerlos dos, sin duda serian la pareja más excelsa de todas, pero se odiarían mutuamente. Pelearía en la búsqueda de la perfección que antes mantenían siendo solo uno. Tranquilos, nadie ha pensado en esto. Ni siquiera Dios.

La luz que llega proviene solo del cielo pero la luna esta tan redonda que con faclidad ilumina su vestido frío, hace revolotear su cabello negro tupido de lamentos e histerias conjuntas que la historia ha depositado en su cuerpo. La niebla que desprende es natural, un velo fantasmagórico que oculta su tenebroso rostro. El lleva un traje recto, oscuro y su melena oscura también cae sobre sus ojos, escondiendo el rojo feroz que aparece cuando las ansias por devorar una vida son casi insoportables. La enormidad de los terrenos baldíos, las sombras que los circundan, no son tan oscuras como ellos. Nada es peor que ellos ni antes ni ahora, son el fin absoluto, son los únicos y lo sabe. Pero ¿Qué es lo que viene a hacer un ser como este a un lugar tan desolado? Retro y fuera de lugar. No hay gente disfrazada alrededor para celebrar esta época, en apariencia no hay ningún ser vivo pero así es mejor, amantes de la soledad. Estúpido seria decir que no pertenecen a aquí. Si fue por él quien la palabra soledad apareció.

Hace pocas décadas, en el tiempo que la ciudad afloraba vida, haya, calles abajo, la gente evitaba este lugar, les estaba prohibido por las, quizás, tantas muertes y desapariciones que allí se llevaron acabó, que sin contar con una explicación, fueron lo suficientemente atroces para crear una leyenda. Dicen que en estas fechas, cerca del 31 de Octubre, se escucha un murmullo, un lamento frívolo y osco; no reclama nada, no tiene coherencia, ni siquiera cuando se le escucha bien. Ha, pero la gente temía, por algo usaban antifaz y escondían su verdadero yo mientras hacían gala y celebraban para que los espíritus se calmaran. Pero nada cambiaba. Esos temerosos son los que caen primero, pues se regodearan de recibir una gracia que nunca recibieron realmente, pero allí estaban, cayendo en su propia fantasía, lamiendo el piso en busca de sus rastros cálidos, dela esencia pura de la vida más allá de la muerte. Ahora vuelve a ser 31 de octubre, es día de fiesta, pero la ciudad este año esta vacía. Él solo viene a recrearse, viene a respirar el aire de una cultura que lo adoro, esperando pacientemente antes de iniciar el recorrido. Hoy será día de fiesta, pero solo ella lo celebrara. Y sus zapatos hacen  eco cuando pasan de largo por la plaza principal, las zapaticas de tacón  rompen el silencio, andando con pausas, sin mirar atrás, sin carruaje que le lleve, sin compañía alguna esta vez. Será mejor celebrar a solas, el objetivo esta marcado y no esperara a que la cena se le enfrié.

El depredador desaparece de la ciudad como llego, sin hacer sonido alguno, como el fantasma que nunca estuvo aquí pero en el que toda la ciudad creyó. Los creyentes le gustaban, la respetaban más antes cuando la creían un Dios vengativo. Triste urbanidad de la humanidad, la era pagana era la mejor, la emocionante y la crítica. Y aquí es donde la historia inicia, después de la presentación en la alfombra roja, empezamos con la obra. Disfrútenla, quizás logren sentirse identificados con algo de lo que aquí suceda.